Capítulo 43: Cena de ex-compañeros de clase en el Chow King

Bien, es justo en este momento en el que, impotente y hundido, tiro la toalla con un “que os dén, me voy a ducharme”, y empiezo a pensar dónde comeré yo, porque volver al Mall of Asia con este tráfico y mi estrés post-traumático, eso sí que no. En un gesto de total egoísmo, pero con mucho gusto, decido contratar un masaje de media hora en el hotel para que me arreglen algo las cervicales y la espalda y me escapo acto seguido a hacer “un sushi” en un “Seafoods Restaurant” de Malate. Francamente bueno y a un precio razonable.

A las 23.45h. Luz me llama para decirme que… todavía se encuentran abajo en el vestíbulo. Esperando. Se ve que los del Mall of Asia se dirigen finalmente hacia aquí pero que se han encontrado en medio de un atasco monumental. ¿La causa? Hoy al atardecer se celebra un “fireworks contest” (concurso de fuegos artificiales) y se ve que, no sólo todo Manila ha ido a ver el festival de luz en el cielo y ha colapsado, consecuentemente, todas las vías transitables, sino que, cuando han empezado a tirar cohetes, la mayoría de conductores ha decidido ¡parar los vehículos y disfrutar del espectáculo!

Empiezo a entender porque en este país es vital tener la mano pegada a un teléfono móvil con la batería siempre cargada.

Chow King

¿Cómo acaba la noche? En el Chow King de la esquina. Resulta algo desangelado porque el Chow King, por si no lo había dicho, es un restaurante de comida rápida y con franquicias por todo el país. Lo bueno que tiene es que, pese a ser “un fast-food” y propiedad de un chino (un golpe fuerte para el orgullo filipino, no nos engañemos), sirve platos filipinos de calidad aceptable. Lo que pasa es que es fácil tenerlo aburrido. Es la típica solución de urgencia y económica.

Pero bueno, nada que no pueda alegrar el feliz reencuentro entre once ex compañeros de clase, los recuerdos de infancia, las novedades en la vida de cada cual, las bromas de siempre, etc. Digamos que todo va bien si acaba bien. Yo aparezco, duchado, cenado y masajeado, hacia la una de la madrugada y todavía están cenando. Todos están encantados de conocer al marido “putí” de Luz. Acabamos ojeando nuestro álbum de boda y hablando del carácter de los filipinos.

Ellos me preguntan qué pienso de ellos, cómo los describiría, qué me gusta y qué no, etc. Los contesto que aprecio de los filipinos su humor, su vida familiar, su resistencia y capacidad de trabajo, de hacer frente a las adversidades… Admiro, por ejemplo, que las mujeres acepten emigrar lejos de casa mientras dejan a los hijos y al marido en Filipinas porque “no choice”, como dicen en inglés: no hay más opción. Y la vida sigue, trabajando duro y enviando dinero a casa. O que las mujeres como Alma se queden en casa con los hijos mientras su marido “seaman” viaja por el mundo trabajando en un barco.

Sonríen.

– ¿Sabes cuál es la mejor virtud de los filipinos? -interviene uno-. Que en general no se toman la vida demasiado seriamente. El filipino es una persona que no da demasiada importancia a las cosas. Empezando por él mismo. Se ríe de sus propios problemas.

Pienso que es una interesante y acertada observación.

Al final nos hacemos una foto de grupo en la entrada de nuestro hotel y nos despedimos. De repente, uno de los chicos me pregunta si ya conozco Manila “by night”.
– Pues mira, ahora que lo dices… No.

(Nuestros intentos de buscar música en vivo fueron decepcionantes. Sólo encontrábamos restaurantes con unos espectáculos que me recordaban demasiado a “Operación Triunfo” pero en tagalo).

Miss Universe


Las mujeres o parejas respectivas acuerdan dejarnos a los hombres continuar la noche en un local denominado Miss Universe, para ver si aprendo algo más de este país.

– ¡Ok, nos vamos!- intento movilizarles antes de que nos den las tres.
– Antes debo pasar por el Mall of Asia. He dejado el coche aparcado allí- suelta uno de los cabecillas del pelotón.

¡No puede ser! Mi última noche en Manila, parece que la más prometedora ahora mismo, ¡pasa otra vez por el Mall! Cuesta de creer pero es así. En fin, un buen rato más tarde, ya bien entrada la madrugada, franqueamos la puerta del famoso Miss Universe. Tanta espera y misterio para descubrir que, con gran decepción por parte mía, en Filipinas… “está prohibido hacer “strip-tease” en un escenario”. O eso me dicen. Vaya, reconozco que me esperaba otra cosa. Mmmm… ¿han decidido llevarme al night-club más light de la ciudad?

Cierran el Miss Universe a las cuatro de la madrugada sin nada interesante por explicar. Bueno, sí. Nada más llegar a tu mesa un burdo camarero te perpetra un presunto masaje en los hombros, un par de apretaditas con menos gracia que un lampista desatascando un inodoro, y en pocos segundos entiendes el sentido de esta surrealista bienvenida y por qué eres el único escogido de la mesa: el tipo te exige propina (tus amigos filipinos se han cuidado bien de librarse de esta tomadura de pelo).

Buenas noches. Mañana por la mañana tomamos el vuelo Manila-Amsterdam-Madrid. Pasaremos la noche en Madrid y al día siguiente estaremos en Barcelona.

© Texto y fotos de Carles Cascón. Todos los derechos reservados

(Capítulo 43 de un total de 44 capítulos del libro, que publicaré hasta enero de 2012)
Próxima (y última) entrega: El regreso (con «bagoong»)

Acerca de Carles Cascón

Periodista i fotògraf de Sabadell (Barcelona)
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